Incesto, diario amoroso by Anais Nin

Incesto, diario amoroso by Anais Nin

autor:Anais Nin
La lengua: es
Format: mobi
publicado: 2011-07-02T22:00:00+00:00


Toda mi alegría se ha roto. Me siento y escribo cartas a Hugo, cartas que me recuerdan las palabras de Henry refiriéndose a las de June: «Una carta como ésta lo borra todo».

20 de junio de 1933

Hago daño a Allendy escribiéndole impersonalmente. Hago daño a Eduardo escribiéndole sobre Artaud.

Escribo a Artaud [20]: Nanaqui, mi amor, te amo tanto que no quiero hacerte daño. He venido a decirte la verdad, tal como la conozco. He venido a pedirte que me olvides, que me olvides, que me borres de tu vida, porque es verdad que soy como te parezco. Causo daño y causo mucho dolor, y todo lo que sé es que soy yo la que sufre más, más que aquellos a quienes hago daño. Es un misterio para mí, un misterio terrible y pavoroso que Allendy no ha sabido explicarme.

Escúchame. He traído vida, luz y calor a quienes he amado, pero también les he traído dolor. Allendy, en quien yo confiaba, creyó que yo era una santa, lo juro, pero también le he hecho daño. ¿Entiendes ahora por qué he escrito tanto sobre la leyenda de Alraune, la mujer creada por un alquimista? Las fuerzas naturales están envenenadas por las fórmulas científicas, y se crea a Alraune para destruir. Dos fuerzas chocan dentro de mí. Allendy cree que me estoy vengando por el terrible sufrimiento que he soportado.

Escucha, Nanaqui. De niña, adoré a mi Padre, en cuerpo y alma (siempre juntos, el cuerpo obediente al alma). Cuando tenía diez años, mi Padre nos dejó, abandonó a mi Madre y la hizo sufrir. Pero, para mí, fue a mí a quien abandonó. Ya era rara, en realidad no era absolutamente una niña, y tuve el presentimiento de que iba a dejarnos. En el momento de salir me colgué de él. Mi Madre no entendió mi desesperación.

No lo he vuelto a ver hasta hace un mes. ¡Veinte años! Me hice muy seria, he llorado durante años. Desconfié completamente de la vida. Me encerré dentro de mí y empecé una vida secreta en mi diario. Le volví la espalda a la vida real.

Fuimos terriblemente pobres en América. Posé de modelo para pintores. Cuando tenía dieciséis años, Eduardo, poeta y actor, se enamoró de mí. Como te he dicho, hasta hace un año mi vida física y sensual fue un largo martirio, porque mi alma no participaba. Los impulsos de mi cuerpo obedecían a los de mi espíritu. Eduardo era homosexual y su amor era incompleto. En aquellos momentos yo lo quería todo, necesitaba un amor absoluto.

A los diecinueve, me enamoré de Hugo, sobre todo de su carácter amable y sincero. No sé explicar por qué, pero nuestro matrimonio ha sido y es para mí un martirio físico; incluso así, durante siete años, le fui fiel. Hace un año, un estallido de angustia y pasión me desequilibró y me arrojó, primero, en brazos de una mujer, y luego en los brazos del hombre de quien te he hablado. Renuncié a la lucha estéril por un ideal.



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